Buenos días, ya buenas tardes al excelentísimo pueblo cartagenero.
Buenas tardes a las autoridades que nos acompañan.
Al alba, en el momento en el que la responsabilidad me impelía a escribir estas palabras, nada era seguro sobre la posibilidad de que un gobierno nuevo ocupara los lugares prominentes y la responsabilidad de dirigir nuestro Ayuntamiento.
Aún ahora, cuando egos e intereses que nada tienen que ver con los intereses de Cartagena, han pasado a un segundo plano, dejando el camino libre para que ocupe el sillón presidencia de este Ayuntamiento, su verdadero dueño, el pueblo de Cartagena, aún ahora sé que muchas serán las dificultades que encontraré para poner luz a 20 años de sombras, pues muchos y muy poderosos son los enemigos que han devastado a Cartagena, desde el propio Consistorio y fuera de él.
Pero también se que es mucho mayor el amor que la mayoría de los presentes sentimos por nuestro pueblo, por nuestra tierra, y que ese amor nos llevará a conseguir esa ansiada regeneración democrática.
No puedo dejar de agradecer la confianza que con sus votos nos dan los compañeros de Corporación, pues sin la misma, no podríamos abordar tan ardua tarea.
Deciros compañeros, que seréis uno conmigo en el gobierno de esta ciudad. Ese es mi compromiso y ese es el mandato del pueblo de Cartagena.
Parafraseando a José María Jover Zamora, en su prólogo del “Cantón” de José Mª Puig Campillo, “Menguados hombres, menguados pueblos aquellos a los que el recuerdo del trabajo de sus abuelos sirven para entonar la voz y levantar la barbilla, y no como acicate silencioso para no decaer del nievo que marcarán”.
Ese mensaje de Jover, suena y resuena en mis oídos y en mi cabeza, del mismo modo que a los generales romanos victoriosos se les recordaba que sólo eran hombres mediante la reiteración de la fórmula “Memento moris, memento moris”, recuerda que eres mortal.
Desde el conocimiento de lo efímero de la vida que tras la muerte solo cuenta con la transcendencia para no caer en la auténtica muerte, la del olvido.
Desde el recuerdo y el ejemplo que nos legaron los mejores cartageneros, miro desde abajo la altísima figura de D. Alfonso Torres, que en tan sólo siete años construyó los cimientos y hasta las paredes de la Cartagena que conocemos.
Desde la humildad que supone gobernar esta ciudad trimilenaria, con el apoyo directo de sólo 15.000 cartageneros y el prestado de otros 30.000.
Desde la conciencia y el deseo de ser el primer y más humilde servidor de este excelentísimo pueblo de Cartagena.
Desde la prominencia de ser el primero de entre los iguales, para ser el último de los cartageneros, tiendo la mano a cuantos compañeros forman este Pleno, para que me
acompañen en la labor de regenerar la política y la democracia en nuestro municipio, en nuestro Ayuntamiento.
Lo hago desde el convencimiento de que en el alma de los hombres habita el bien y de que son las circunstancias de cada uno en cada momento, las que nos pueden desviar del camino recto, de la verdad y del bien común, y de que cuando esas circunstancias cambian, los comportamientos cambian también.
Por ello, tiendo la mano a los compañeros de la oposición, para que nos ayuden en la tarea de regeneración que los ciudadanos nos reclaman, para poder acometer en el plazo más corto posible, la labor de construcción de un presente que asegure el futuro de las generaciones venideras.
No mora en mi alma el sentimiento de venganza, pero sí el de justicia, y es de justicia luchar por un pueblo que ha sido y ha dado todo por España y al que desde hace siglos se le paga con el abandono, con el hurto y con el peor de todos los castigos, el olvido.
Porque esta ciudad abierta al mar y que ha hecho suyos ha cuantos a ella han arribado, hasta el punto de sobrenombrarla como “Acogedora”, necesita hoy de los hijos de cuantos ha acogido a lo largo del tiempo, para clamar justicia.
Justicia en Sanidad, para ser igual a nuestros iguales. Justicia en Infraestructuras que nos saquen del pasado. Justicia en los presupuestos que nunca se reclaman.
Y sobre todo, justicia con Cartagena mediante el reconocimiento de su abnegación y entrega a causas nobles a lo largo de la historia, y al castigo que esa abnegación supuso mediante la injusta suspensión de su provincia, que supuso la supresión de su prominencia histórica, la pérdida de su voz y la condena al olvido.
Porque junto con el sobrenombre de acogedora, la acompañan otros que hondean en la cinta de su blasón y que la califican como Noble, Leal y siempre heroica, pido a la Corporación en Pleno, nobleza para situar a cada uno de los cartageneros como nuestro jefe directo, lealtad para que sean los intereses de Cartagena y de los cartageneros, el norte y el acicate de nuestro trabajo, y heroicidad para acometer el mandato que la sociedad nos reclama.
Desde este sitio principal que hay ocupa el último de los cartageneros, promete estar a la altura que se me demanda, no habiendo en mi agenda ni noche ni día, en que en cada una de sus páginas y en todas sus horas, no esté escrito en mayúsculas y en rojo carmesí, la palabra Cartagena.
Gracias a todos y ¡Viva Cartagena!